Marcela está angustiada. Lo siente en todo el cuerpo desde hace tiempo.¿Qué le sucede? ¿Cuándo empezó? Desde que lo conoció a Daniel, hace unos cinco años. Al principio todo anduvo bien, pero al poco tiempo de irse a vivir juntos comenzó a sentirse presionada, a veces manipulada cuando él la culpa por cualquier cosa; todo es un buen pretexto para culparla. No le gusta el trato que recibe de Daniel, fantasea con terminar la relación y hay algo que la detiene. No puede cortar ese vínculo. Está atrapada en una relación tóxica.

¿A qué denominamos una relación tóxica? Es una forma de vincularse en la que uno le quita energía al otro. Eso le produce un desgaste emocional a uno de los dos, pero no puede lidiar con esto. Lo más probable es que las personas que lo sufren se enfermen. Es lo que le está sucediendo a Marcela, que trata de no demostrarle a Daniel las cosas que le molestan para no confrontar y evitar peleas. Pero esa represión le provoca ansiedad y estrés, y tiene miedo a enfermarse. Lo que nunca había temido, ahora se le hace posible y piensa que está muy cerca porque ya no da más. Se aferra a esa relación como si fuese una tabla de salvación, cuando en realidad, en lugar de salvarla, la está hundiendo.

¿Cuáles son los argumentos que Marcela se da a sí misma para continuar al lado de esa persona que la hace sufrir? ¿No se siente merecedora de un vínculo en el que pueda ser feliz? ¿Qué la hace callar cuando escucha descalificaciones?A veces es difícil identificar y deshacernos de este tipo de relaciones porque, si bien nos dañan, también aportan cosas a las que no estamos dispuestos a renunciar. A menudo, cuando queremos liberarnos, quedamos más involucrados y sentimos menos fuerzas para salir. Una relación tóxica nos chupa la energía. Y sucede que, cuando finalmente logramos escapar de ese laberinto de emociones negativas, pensamos ¿cómo pudimos haber aguantado tanto tiempo y no soltamos antes? Es que no se puede hacer de un momento para el otro. Sólo cuando tocamos fondo podemos desatarnos de ese lazo negativo.

Esto también puede suceder en una relación madre/padre/hijo, con amigos, compañeros de trabajo o colegas. Eso sí, hay un factor común: se arma una diferencia de poder entre las dos personas; una es la dominante y la otra, la sumisa. Además, ninguno de los dos se da realmente cuenta hasta qué punto llega esta atadura y, si la vemos desde afuera, nos preguntamos cómo hacen para sobrellevar ese sufrimiento; pero sucede que esas personas están tan acostumbradas a vivir de esa forma, que ya se ha convertido en algo natural y cotidiano. Están familiarizados con la infelicidad y es una adicción de la que no son capaces de salir, aguantan porque, muchas veces, ya lo han sufrido con anterioridad, en otra relación de pareja o en su entorno familiar.

Sería interesante reflexionar sobre cuáles son los síntomas. Podemos nombrar algunos: falta de energía para enfrentar los obstáculos que se presentan en la vida; evitar estar con la persona tóxica porque, al pasar un rato con ella, cambia el estado de ánimo.
Una relación tóxica se basa fundamentalmente en la manipulación emocional. Una buena relación es la que nos hace crecer, la que incrementa la confianza en nosotros. Si eso no sucede, si cada vez nos sentimos más inseguros, es un claro indicio de que estamos ante una relación tóxica. Si tu pareja tiene un radar para captar sólo lo negativo viendo únicamente el vaso vacío, si está siempre tratando de alejarte de tus seres queridos o controla tu tiempo, si te sentís vigilado o vigilada, o te da miedo expresarte libremente, si son más los momentos de ansiedad y tristeza que los positivos, es tiempo de ponerle fin a ese vínculo destructivo.

Lic. Alicia Bittón
Psicóloga Clínica Terapeuta familiar y de pareja
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